CUERPO Y ESENCIA EN TIEMPO DE TECNOCIENCIA Y CIBERDESARROLLO

“El ser humano, como lo conocemos, está llegando a su fin. La pregunta es cómo será el desenlace y qué rol jugaremos en él. Siguiendo a Ben-Aharon, ¿será el final de nuestra evolución puramente natural convertida en una pesadilla tecnológica o será el comienzo de nuestra aventura más creativa y humanamente más satisfactoria?”.

Por Heidi Schmidlin M.

Ilustración: Paula Alvarez R.

 

La mirada final lleva a la necesaria interrogante desde la medicina: ¿Cómo creemos que evolucionará, se transformará o mutará el cuerpo humano en tanto patrimonio fundamental, identitario o distintivo del ser humano, a la luz de los cambios que obliga la tecnociencia (artefactos, materialidades, cirugías, manipulación de material genético)?

Hace años que la médica Mónica del Prado lleva indagando en el tema. Especialista en Medicina Interna de la Universidad de Chile, docente, e integrante de la Asociación de Medicina Antroposófica de Chile, aporta con su enfoque desde la medicina psicosomática (Diplomada por la Universidad Diego Portales): “Para fines de esta entrevista, voy a escoger profundizar, por una parte, el cómo entendemos el cuerpo y su significado para el ser humano y qué nos define como tales. Por otro lado, quiero abordar qué nos trae la tecnociencia y el ciberdesarrollo, cómo podemos crecer y evolucionar como seres humanos a la luz de los cambios que generan, sin perder nuestra esencia humana”.

Para articular su respuesta, Mónica reúne los pensamientos y saberes de los textos del filósofo Rudolf Steiner, del pensador antroposófico Jesaiah Ben-Aharon, “y de mis colegas, Pablo Porcel y Claudio San Martín”.

“El cuerpo humano, pensado como patrimonio de humanidad, como algo heredable y propio de ella, puede ser asumido como un mero cuerpo físico, material y finito. De esta forma, es susceptible de ser fácilmente reemplazado por una versión ‘mejorada’. Esto es plausible mientras tengamos una visión materialista del ser humano que sólo reconoce lo material-medible como verdadero. Si consideramos, en cambio, que podría existir algo más, un aspecto trascendente, que nos da sentido como seres humanos más allá de lo material, ese cuerpo se convierte en un portador de ese ‘algo’ infinito e imperecedero. En este sentido, es posible pensar que el mundo emocional es meramente una consecuencia y, por lo tanto, secundario a la acción de los neurotransmisores del sistema nervioso humano. O podemos pensar que ese mismo sistema nervioso, y todos sus complejos mecanismos físico químicos, son el sustrato donde se asienta esa vida individual, su dimensión anímica y espiritual. De una u otra manera, hay una relación innegable e inmanente entre el cuerpo, lo anímico y lo espiritual. Más allá de si reconocemos al ser humano como un ser físico-espiritual o como un ser meramente físico, no podemos desconocer que cada ser humano tiene una identidad única con una biografía individual que confirma una identidad en cada uno de nosotros”.

Para ejemplificar esta certeza, Mónica cita al filósofo Jesaiah Ben-Aharon (1955) autor de «El evento» (2011): “La manera en la que manejemos la evolución va a depender del concepto que tengamos de lo humano; es hora, por tanto, de que los filósofos y humanistas lleven el humanismo a su siguiente nivel. Si el ser humano ha de dominar su propia evolución, ha de ser capaz de dominar las facultades y herramientas cognitivas, la intensidad creativa y la fuerza moral necesarias para convertirse en el hombre del futuro. Esto dependerá de nuestra concepción de la evolución humana en su conjunto”.

–¿Cómo entendemos al ser humano?

“Es un ser individual y comunitario a la vez. Desde la mirada antroposófica, un ser de esencia anímico espiritual que encarna en la Tierra para desarrollarse en el encuentro con las dificultades terrenales, y poder descubrir su propia esencia individual y libre. Una vez reconocida, y pulida, puede ser puesta al servicio del resto de la comunidad. Este ser encarna en un cuerpo físico que le da sustento, y, al mismo tiempo, este cuerpo se convierte en su parte inherente, y con sus leyes terrenas influye y modifica su esencia anímico espiritual. Estas son las dos manos que se entrelazan en un saludo fuerte, sereno, interdependiente –y a la vez, transitorio–, un breve encuentro entre Alma-Espíritu y Cuerpo”.

–Siguiendo esta línea de ideas, ¿cómo nos han modificado el desarrollo de la tecnología, la ciencia y el ciberdesarrollo, y cómo lo seguirán haciendo? Sobre todo si observamos estos cambios en relación al cuerpo físico, en que es posible suplantar sus funciones por máquinas. ¿Existen límites en este sentido, debiesen existir?

“Por una parte, en un cuerpo individual, es probable que el desarrollo de la tecnociencia vaya hacia la suplantación de órganos o sistemas orgánicos defectuosos, que por tanto requieren ser sustituidos. Esto suena lógico y positivo. Y probablemente lo sea si logramos insertarlo en un contexto adecuado que permita la integración de ese nuevo ‘apéndice’ a la totalidad. Si uno en su ser debe aceptar un órgano ajeno, sea éste de naturaleza tecnológica u otra, debe ser aceptado e integrado en todos los niveles del ser (físico, emocional y biográfico individual)”.

–¿Cómo se podría lograr eso? Las dificultades de portar, por ejemplo, un órgano animal o de otro ser humano ya se han descrito en los estudios de la psicología del trasplante de órganos, ¿será esto más de lo mismo o, por ser un instrumento tecnológico, tiene otro cariz?

“También cabe preguntarse qué pasaría con el avance tecnológico en que se sustituya la mayoría de la corporalidad en pos de mantener un sistema nervioso central funcionante. ¿Somos sólo cerebro? ¿Qué pasa con el resto de los roles de nuestro organismo? ¿Qué pasaría entonces con nuestro sentir y nuestras capacidades volitivas?”

“Pienso que el problema no es la tecnología, sino cuando deja de ser un medio y puede pasar a convertirse en un fin. Además, existe el peligro reduccionista de pensarnos cada vez más sólo como una máquina especializada dejando de lado todo el resto de posibilidades que la complejidad del ser humano nos ofrece. Volvamos a Ben-Aharon, quien nos dice: ‘La ciencia y la tecnología, que expresan algunos de los más creativos e importantes logros humanos de nuestra época, pueden aprovecharse para servir a una estrecha y fría concepción del ser humano cuando sus planes para la futura transformación de la humanidad se basan en motivos puramente mecanicistas’ («El Evento»). El ser humano, como lo conocemos, está llegando a su fin, la pregunta es cómo será el desenlace y qué rol jugaremos en él. Siguiendo a Ben-Aharon, ¿será el final de nuestra evolución puramente natural convertida en una pesadilla tecnológica o será el comienzo de nuestra aventura más creativa y humanamente más satisfactoria?”.

“El avance de la tecnología, de la ciberciencia y de la robótica son una realidad, en la cual la integración a nuestra corporalidad es sólo cuestión de tiempo. Por tanto, el cuerpo como lo conocemos hasta ahora será modificado. Quizás nuestro cuerpo, como patrimonio de la humanidad, pertenece más a lo que vamos construyendo que a lo que somos desde la herencia”.

–La pregunta es ¿seremos nosotros quienes comandemos el cambio, guiados por una concepción integral del ser humano, siendo la tecnociencia y el ciberdesarrollo herramientas para una evolución aún más humana?

“Depende de nosotros ser co-creadores y guías activos, más que pasivos receptores de los cambios. Nuestro futuro, y nuestra transformación–evolución como seres individuales, pero también como comunidad humana global; ese paso siguiente, está en nuestra manos”.

 

Publicado en: http://lapanera.cl/sitio/cuerpo-y-esencia-en-tiempo-de-tecnociencia-y-ciberdesarrollo/